«I think we risk becoming the best informed society that has ever died of ignorance.» – Rubén Blades
» La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente.» – Albert Camus
«No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.» – Jean-Paul Sartre
Con la llegada del internet, se abalanza sobre nosotros un período crucial en la humanidad donde se convierte en nuestra responsabilidad la profunda reflexión sobre la pregunta :Qué es la información y el conocimiento en el siglo 21?
Ciertamente el internet se ha convertido en la irrevocable herramienta principal para la búsqueda de conocimiento siendo, sin duda alguna, la fuente de información más grande para la mayoría de las personas hoy día. No creo que ningún pensador hoy día se atrevería a refutar este hecho. Lo que pretendo elaborar no trata sobre la fuente, sino más bien sobre su calidad. El vasto mundo de información que comienza con un simple mandato de «search» debería de ser motivo suficiente para que cualquier ser humano vacilara, aunque fuera por apenas unos segundos, sobre la implicación delicada a la que es expuesto. Sí, se nos ha facilitado de manera increíble el alcance a la información, a tal modo que pocos sociólogos, filósofos, ingenieros y científicos pudieran imaginar, pero la abrumadora ola de información que se encuentra al finalizarse el mandato de búsqueda ciertamente complica el proceso de hallar el conocimiento aún más. Cuánto quisiera yo ver a grandes pensadores del pasado como Einstein, Nietszche, Freud, Platón y muchos más a los pies de esta herramienta. Creo que no estaría desacertada la idea de que vacilarían mucho al momento de acercarse a la información. Y muy bien estarían al hacerlo, puesto que mi generación, y a gran riesgo me tomo la responsabilidad de hablar por ellos, confieso que no estábamos preparados para el internet y sus cientos de millares de páginas de «información».
Con facilidad podemos caer ante el encanto del internet, y nadie pecaría ante esto, pues nunca antes la humanidad ha visto tal acontecimiento desde tal vez Johannes Gutenmberg y su imprenta. La comparación no es descabellada, pero sí corre el riesgo de no estar equilibrada, puesto que el impacto que la imprenta, a pesar de su gran influencia, no tuvo el alcance abrumador que el internet, junto a su mano derecha, la Globalización, han tenido. En nuestras manos tenemos un poder que pareciera ilimitado, pero no menor es la responsabilidad que recae en nosotros. Vivimos en momentos críticos en la existencia de la humanidad, y las acciones, por pequeñas que aparenten, cargan consigo consecuencias que no debemos ignorar. Insisto en el punto de Facebook, puesto que es el más familiar para muchos. El mismo hecho de compartir páginas con cierta información, o compartir noticias, o publicar citas cuando tal vez no se conozca la verdadera fuente presenta un problemática considerable. ¿Qué difundimos al compartir información errónea? La ignorancia, eterno enemigo de la humanidad, tiene la persistente característica de desplegarse con más rapidez que el «verdadero conocimiento». Me tomo un momento para aclarar sobre la complejidad de clasificar como «verdadero» cualquier conocimiento, especialmente en el siglo 21. Encuentro algún peligro en clasificar ciertos ideales y conocimientos como «relativos»y que dependen del punto de vista donde es visto. Ciertamente esto añade ambigüedad, pero, a favor de mantener mi posición argumentativa, no me desviaré para aclarar tal término. A veces la sencillez de ‘compartir’ nos tienta a realizar dicha acción sin vacilación y reflexión sobre las consecuencias, y muy a menudo no tomamos en consideración a aquellas personas que se exponen a este material.
Hoy día, frente a la computadora, podemos leer, escuchar y ver todo tipo de cosas. Inevitablemente información que alterará nuestra perspectiva y manera de entender, ver y racionalizar en este mundo. Existen, dentro del mundo digital, muchas fuerzas diversas que buscan alcanzar a los individuales por diferentes motivos. ¿Cómo distinguimos entre correcto e incorrecto sobre lo que leemos y escuchamos en un mundo tan inmeso y variado de puntos de vistas? Existe una moral humana, basada en respeto y justicia y, como seres sociales debemos de aprender. Si no nos educamos en el arte de convivir, respetar y coexistir, ponemos en peligro todo el futuro de la humanidad. Con futuro, hablo de uno justo, donde exista la igualdad y la solidaridad, desviado de la mesquindad. Ciertamente hablo de algo muy ideal, pero a mi edad estoy permitido y alentado a pensar así. Escuchamos de guerras, de injusticias, de problemas mundiales muy a menudos y poco nos planteamos sobre sus raices y repercuciones; no nos interesa lo que directamente no nos afecta. Aquí, en este desinterés por nuestros vecinos, se encuentra el peligro del que les hablo. Se alzan movimientos de odio, de racismo, de discrimen; movimientos donde se fomenta el consumerismo, el capitalismo desmesurado se ve defendido a menudo. En países europeos y del medio oriente vemos que se están movilizando contra los gobiernos y lo que escuchamos muy (demasiado) a menudo aquí en Puerto Rico es cómo aquí no llegamos a eso y como aquí vivimos mejor. Es todo esto una ilusión, o mejor dicho, un malentendido. Pero, ¿a qué se debe este pensar común que tiene el puertorriqueño? Pues de años de escuchar información incorrecta, o información con intereses ocultos. Siendo víctimas del tan mencionado «politiqueo» donde ya no creemos a ninguno y lo permitimos todo. Y a pesar del internet, de que tenemos al alcance la posibilidad de llenarnos de conocimiento, cual podría darnos las armas para poner freno a la injusticia rampante que sufrimos, no lo utilizamos. ¿A qué se debe esto? Sin duda alguna al maluso, a la irresponsabilidad frente a la hora de utilizar la computadora y, como siempre, alguna influencia externa que nos malorienta sobre lo que vamos a leer y escuchar. Realmente es una enorme responsabilidad la de educarnos, como ya ven. El aspecto frágil del internet, aquella información que llamaré dañada, atenta con nuestra condición de «humanos».
Lo que propongo no es nada menos que una pequeña reflexión sobre el camino que seguimos con el inherente crecimiento del internet y dónde dejaría nuestra humanidad. Enfrentamos un sistema social sumamente deshumanizante. Donde las modas apenas consiguen engendrar replicas exactas de personas y donde aquellos que posean algún modo de pensamiento o de vida «alternativo» pueden ser fácilmente atacados y marginados. Se deja en evidencia que ningún otro modo de pensar esta permitido, a no ser que sea aquel que nos trata de imponer un sistema. Quien, a mi parecer, esta detrás de todo este movimiento de Globalización no son mas que las potencias, Estados Unidos y Europa, y sus compañías multinacionales, quienes comparten intereses económicos. El alcance que ha tenido este sistema es significativo y pocos son los países que no se han visto afectados por la corriente que caracteriza la modernidad. Entonces difícil será contrarrestar los efectos que ha tenido en la sociedad y la humanidad; esto podría ser un pensamiento desalentador, pero sin embargo, me rehuso (en mi etapa de joven e idealista) a tomármelo del todo de manera negativa. Seguramente en nosotros aun guardamos espíritu humano, el cual alberga nuestra única esperanza para regresar a un modo de vida más humano, consciente de nuestras acciones y que no estén orientados en el individualismo y el egoísmo; estamos muy acostumbrados a pensar en nuestra cabeza y no velar por los demás.
Mientras es indiscutible que el internet ha revolucionado, nada menos, que nuestro modo de vida, es importante reconocer la fragilidad que afrenta la humanidad ante él. Intento aclarar que aun no hemos pasado aquella línea imaginaria donde no hay vuelta atrás, pero sí reconozco que estamos en un punto crítico donde el colectivo humano debe de poner un alto al paso acelerado con el que estamos siendo arrastrados por la tecnología. Si algo hemos de aprender de la historia, algo optimista me refiero, es que cada vez que la sociedad llega a este punto crítico que tanto les he insistido siempre encuentra una reacción contundente que contrarresta el modo de vida o sistema dominante. Pero puesto que no disponemos de ninguna fuerza sobre natural que nos pueda ayudar y la intervención divina no es una probable alternativa, debemos de dar ese paso inicial: la reflexión y el cuestionamiento de nuestra humanidad. ¿Qué es el humano hoy día? ¿En qué exactamente consiste nuestra individualidad y cuál es su importancia en este sistema y sociedad? Es posible alcanzar un modo alternativo de vivir, de existir y de pensarnos? La reflexión de estas preguntas y otras son, simplemente el comienzo de una consciencia existencialista.
Por: Christian A. Torres