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El mundo árabe

Las noticias parecen informarnos día tras día sobre la racha interminable de conflictos que surgen en el medio oriente. Incluso podemos encontrarnos un poco cómodos con la idea de esa violencia extranjera. Le hemos dado espacio para su existencia, y cuando leemos alguna noticia, por ejemplo, de la reciente invasión de Arabia Saudita a Yemen, o alguna gurra civil en Nigera no resuena en nosotros del mismo modo en que podría serlo escuchar a Russia en guerra contra Ucrania. Esto se debe al haber esencializado a aquel «Otro» que es el mundo Oriental (árabe).  De esta cultura, el Occidente (Europa y Estados Unidos), se han lucrado de la imagen exótica, extranjera y misteriosa que nos presentan.

Al igual, se aseguran de representar sus conflictos como una interminable sucesión de eventos de naturaleza fanática y cruel, guiada por un instinto de odio justificado por la fe. Detrás de este discurso, la diferencia cultural recibe un efecto negativo, lo cual nos impide poder entender la condición árabe en el mundo Occidental.

Los ataques del 11 de septiembre en las Torres Gemelas han sido la fuente principal de la creciente ola de Islamophobia. Pero la cobertura que hacen los grandes noticieros sobre los conflictos en estos territorios y el uso del lenguaje ha sido influyente en la manera de concebir al árabe. Hemos dado paso a la terrible generalización y discrimen de una raza, a la noción de inferioridad intelectual y religiosa, y justificamos las intervenciones militares de parte de los Estados Unidos y otros países occidentales que históricamente han intervenido políticamente en estos países.

El Occidente ha condenado al mundo árabe a un esencialismo donde presentan al árabe como un fundamentalista terrorista que odia a los Estados Unidos, con gobiernos inestables e inefectivos y antidemocráticos. No hay necesidad de dejar claro que el asunto es infinitamente más complicado, y que cualquier intento de entendimiento requiere una revisión histórica, política y social vasta, con la cual no podríamos en modo alguno entender la condición árabe. Lo que es cierto, es que nuestro mundo globalizado, los asuntos culturales rompen una brecha que nos obliga casi a entender bien el concepto de la «Otredad».

Sería imposible alcanzar verdadera paz mientras exista la ignorancia, la cual da paso al discrimen.

Lo que sí es cierto es que durante años el Occidente, como discurso que establece la norma, ha definido al mundo árabe y al Islam y le ha dado la forma que mejor le ha parecido. En algunos casos como «terrorista», en otros como «exótico».

 

Por Christian Torres
Christian Torres

Charlie Hebdo, un caso de Libertad de expresión: ¿Derecho o Privilegio?

El pasado ataque en París a las oficinas de Charlie Hebdo ha sido, a causa de la prensa, tema central en las noticias en las semanas pasadas. El acto violento, que sin duda es deplorable, ha sido explotado como un ataque a la misma libertad de expresión, uno de los valores fundamentales que promete la Democracia y la sociedad moderna. No es extraño, entonces, que países que se jactan de ser baluartes en la lucha por la libertad y los valores humanos se vean tan precipitados en expresar su indignación. Entienden que es su responsabilidad como líderes de naciones poderosas condenar tales actos. Lo cual nos trae a un problema no extranjero a la modernidad: la consistencia en el discurso.

Existe un peso en ser una figura pública. Lo que se dice y cuando se actúa, es grabado y siempre ese individuo se expone a ser juzgado por la sociedad. Por razones éticas, naturalmente, esperamos consistencia en lo que fue dicho. Las redes sociales, las noticias y otros medios tecnológicos hoy día nos atan más estrictamente a nuestras acciones; lo cual entonces requiere que seamos personas más consistentes.

Al cabo de unos días, se dio la marcha Anti-terrorismo en París, la cual además de los millones de ciudadanos que participaron, se difundieron fotos de algunos cuarenta líderes o ejecutivos de varias naciones del mundo. No tardaron, tampoco, activistas en compartir fotos y noticias donde resaltan algunas de las sanciones y acciones que han tomado algunos de estos líderes en contra de periodistas, caricaturistas y otras figuras que igualmente intentaban expresar su opinión. Sólo hay un mensaje claro posible de extraer. Sólo es posible expresar despreocupadamente tu opinión si está en acuerdo con la ideologías hegemónicas y dominantes. Casos como el líder del estado israelí Benjamin Netanyahu, quien se dio cita en la marcha parisiense, son de considerar a la hora de reflexionar sobre la naturaleza de la indignación de estos líderes. Netanyahu, quien en los pasados años ha protagonizado en los devastadores ataques de terrorismo en Gaza y otras regiones de Palestina, sufre de inconsistencias en su discurso sobre la libre expresión y el anti-terrorismo.

La indignación tan poderosa que ha surgido es compleja y se debe a diferentes factores que se pueden mencionar. El hecho que el ataque se haya perpetrado en Francia provoca un efecto de sorpresa, puesto que nuestra manera de concebir el mundo no tolera ataques en tal lugar. Como occidentalistas, nos pensamos en un lugar seguro, ajeno a la barbarie y el terrorismo cotidiano que se sufre en aquello que el intelectual y crítico palestino Edward W. Said clasifica como el Orientalismo. El Oriente, según Said, es aquel «Otro» del Occidente (primordialmente Europa y los Estados Unidos). Entonces el mensaje es claro por parte de los líderes de las naciones de Alemania, Egipto, Holanda, Inglaterra, y otros:

«Estamos preparados a tolerar sus voces siempre y cuando no entren en conflicto con nuestros intereses». La hipocresía para muchos, pasará por desapercibida.

Por Christian Torres

Christian Torres

Marcha de los anónimos

El avión había hecho el aterrizaje a las 8:30am, casi media hora antes de lo esperado. Nueva York, el corazón del capitalismo y el consumerismo, la ciudad cosmopolita por excelencia esperaba. Aquel conglomerado de culturas y lenguas que sirven para desenfocar, reorientar y repensar nuestra identidad. ¿A dónde pertenezco? Acaso allí donde pertenecen todos, ¿pertenece ninguno?

Comenzaba así la marcha de los anónimos.

La intención del viaje no fue nada menos que la visita de mi viejo amigo, quien comenzó hace poco a estudiar en dicha ciudad. Me pareció muy oportuna la posibilidad de ir, por lo que me tomó poco tiempo  considerar comprar el vuelo. No sé qué prejuicios cargaba conmigo, pero ninguno perduró el fin de semana. A 40 minutos de dejar el avión y de haber tomado el airtrain, caminaba por las calles de Brooklyn.

Comentaba mi amigo que en los últimos años la población neoyorquina había cambiado. La gente de bajos recursos había sido desplazada poco a poco, y en su lugar entraban nuevos negocios. A primera impresión, muchos dirían que el barrio había tenido mejoras, sin embargo, yo no estaba tan seguro de ello.

Debo decir que todo me parecía caro, aunque de buena calidad. La cantidad de opciones que te presentaban las calles para comer cualquier tipo de cosas era exagerada. Cafés, cervezas, «Brunch», lo orgánico. En fin, «consumerismo», me recordaba a mí mismo. No obstante, se presentan innumerables oportunidades para que la gente pueda reunirse, conversar y relacionarse. Por ende no puedo evitar ver su aspecto positivo en esto. En las calles del barrio, por la Montrose, se veía la gente pasear a los perros, corriendo bicicletas, caminando, etc.

Todo montaba un escenario urbano que recogía los elementos más simples de la vida cotidiana. Aún así, no cuesta nada encontrarse sumergido en ese vago y extraño sentir de anonimato que proveen las ciudades. En este mar de gente nadie es capaz de hacer juicio ajeno; meramente juicio personal.  ¿Acaso a esto le llamaremos reducirnos? Debo decir que, en todo caso, lo que hace es magnificarnos ante nuestros propios ojos; ponernos en escenario para que un grito sigiloso se efectúe entre la multidud. Nadie lo escucha. Reafirmamos nuestro ser en este valle de desconocidos.

 

Por Christian Torres 

Christian Torres

 

El problema de género en Puerto Rico

        Hemos de considerar en este ensayo el asunto del problema de género y de violencia hacia la mujer en Puerto Rico. No debe ni por un segundo confundirse este asunto como algo nuevo, sino más bien comprender que la violencia dirigida, directa o indirectamente hacia la mujer, es un asunto que ha podido perdurar diversas transformaciones sociales y culturales a través de los siglos hasta nuestros días. Por ejemplo, podemos referir al ensayo de Nemesio Canales, «Nuestro Machismo», escrito en el 1922, que sorprendería por la vigencia y por la lucidez que mantiene ese argumento a casi un siglo. A pesar del progreso de la sociedad, la posición de la mujer ha logrado avanzar muy poco, y aún no ha podido escapar de la garra de un sistema patriarcal; de una mirada machista insistente en la represión de la mujer. Es preciso reconocer que la represión de la mujer tiene en su naturaleza índole sexual.

turning to a thing

Es decir, se caracteriza la represión del cuerpo sexuado y se manifiesta por «cosificar» a la mujer. Esto se da, aunque en diferentes contextos, tanto en la cultura occidental como en la oriental. Se ha vuelto común dirigir críticas negativas a la manera en que la mujer islámica es tratada en estos países. Pero, ¿Acaso no son «cosificadas» igual que la mujer lo es en la cultura occidental? A eso me refiero de la manera que el sistema patriarcal es quien dicta las normas de comportamiento para la mujer. Declara, el hombre, cómo la mujer debe de comportarse para que la misma sociedad mantenga una posición de poder sobre ellas; para que sea aceptada. Pero de esto, uno pensaría, que podríamos reconocer con poco trabajo el grado de discrimen fácilmente. Pero no, puesto que este discrimen y violencia que, dirigida hacia la mujer, opera y se filtra en nuestro día a día con una sutileza adormecedora que no permite que sea reconocida más que aplicando un cuestionamiento crítico severo y riguroso fundado en la sospecha de la heteronormativa de la sociedad. Es cuestión de reconocer que el discurso predominante ha nacido del centro del machismo y cómo se encarcela el cuerpo de una mujer a la conveniencia del hombre. La mujer no se puede vestir de manera «provocativa» puesto que puede provocar en el hombre a reaccionar agresivamente y, por consiguiente, el resultado de una tragedia a la mujer. Pero si se sobreviste; si se cubre de pie a cabeza, tampoco basta y es discriminada y acusada por ello.

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Sobre la guerra en Palestina

«One does not submit to war or an occupation as he does to an earthquake: he must takes sides for or against, and the foreign wills thereby become allied or hostile»

 – Simone de Beauvoir

      La prensa internacional ha intentado gran cantidad de veces proyectar la situación de Palestina e Israel como un mero conflicto bélico con antecedentes históricos antiguos que ha plagado aquella parte del mundo. La población árabe sufre de la terrible desventaja del poderoso discrimen que han heredado internacionalmente luego del notorio suceso del 11 de septiembre del ataque de las Torres Gemelas y el Pentágono. Los musulmanes son frecuentemente reducidos a una comunidad islámica fundamentalista inclinada a la violencia incapaz de coexistir con la ideología del occidente. Así mismo, se dice que estos «terroristas» presentan un constante peligro para los Estados Unidos , Europa, y, en fin, el modo de vida del occidente. Frente a Palestina se encuentra el estado de Israel, que con su judaísmo se encuentra, desde un plano religioso, en un ángulo más agradable para Estados Unidos y una gran parte de la comunidad cristiana. No se dice suficiente que la influencia política y económica de los judíos en los Estados Unidos es considerable y que muchos de los presidentes de la nación norteamericana han buscado favorecer los intereses de esta comunidad o, por lo menos, no ir en contra de esos intereses. Como normalmente se hace, mucho de los puertorriqueños adoptan puntos de vistas congruentes con los de Estados Unidos, lo cual no debería ser sorpresa ya que gran cantidad de los medios informativos provienen de dicha nación. Entonces requiere una sensibilidad para poder identificarnos y sentirnos solidarios con el dolor que sufre el pueblo palestino, puesto que es una cultura que aparentemente es tan ajena a nosotros y tan distante. Lentamente se nos ha filtrado la imagen del árabe terrorista, fundamentalista y extremista, preparado para realizar cualquier acto de violencia en nombre de Allah. A esto, nosotros del occidente reaccionamos acomodándonos en  nuestra silla moral con gran hipocresía y condenando cualquier acto que sea realizado en contra de los intereses de Estados Unidos, o sus aliados. Tal lo podemos ver en el uso del lenguaje que se propicia para justificar las ofensivas de Israel como medidas de «seguridad» que buscan alejar el peligro inminente de los bombardeos de HAMAS. Pero cualquier acción perpetrada por HAMAS es considerado un acto terrorista cual no debe de ser perdonado.

 En este caso, poco vale mencionar sobre buenos y malos. Aquí sólo hay responsables e inocentes. Inocentes no vacilaría en referirme a aquellos que han sido víctimas de la condición historico-política en la que han nacido. Los palestinos van por tres generaciones sufriendo exilio de sus propias tierras. ¿Acaso verdaderamente se ha perdido la noción de justicia entre tanta banalización del lenguaje? Aquí no se encuentra oculto lo justo, sino más bien se intenta esconder en un laberinto de ideas y debates que provocan la noción de ambiguo y que nos llevan al peligroso pensamiento que el bien y el mal en este caso depende del «punto de vista de uno». Más bien, es un caso que apela a los intereses de uno y a la educación.  Cuando discriminamos quién ha asumido la actitud totalitaria y opresora y cuando vemos quién ha asumido la reacción defensiva y oprimida, es muy fácil, desde un plano humanamente solidario, ver quién actúa fuera de una lógica moral. Lo difícil es poder ver más allá de los vídeos y reportajes tergiversados que nos proveen las cadenas grandes sobre los acontecimientos en Gaza. Es, sin duda, una cuestión de educación intelectual y humana, puesto que requiere una gran labor poder discernir entre ese lenguaje algo vago que comunican diariamente la esencia verdadera de lo contado. Lo que no ha de ser negado es que a través de de una larga campaña histórica, con ayuda de las dos grandes potencias mundiales, el movimiento sionista ha alcanzado desplegar y levantar su soñado «Der Judenstaat» y millones de palestinos han sido víctimas tanto de los sionistas como de la espalda de otras naciones árabes como Egipto y Arabia Saudita, que por razones económicas no han visto conveniente ir en contra de los Estados Unidos.

 Entonces año tras año nos han vendido la imagen de un Islam terrorista, opresor incansable de los derechos de la mujer que se inclina a la violencia y nosotros la hemos comprado. El occidente y su avance tecnológico historicamente han propiciado el devenir de una cultura nueva donde, al entender de la cultura islámica más fundamentalista, surge debido a haber colocado a Dios en segundo plano; algo que resulta incomprensible e inaceptable para los musulmanes. Desde entonces, se ha creado un complejo ante el mundo occidental, y el movimiento fundamentalista islámico no es más que aquella resistencia a este movimiento occidental, que fue posible mediante la secularización. Igualmente, haré mención que la condición de fundamentalista no es únicamente propia de los musulmanes, sino que también podemos encontrar en la cristiandad evangélica norteamericana (con sus feroces protestas antigays) y el mismo sionismo. Las diferencias culturales problematizan gravemente nuestra visión y comprensión sobre lo que ocurre con la comunidad palestina. Es difícil solidarizarse con quien constantemente nos construyen como el enemigo mismo del «progreso» occidental. Pero antes que esto es necesario cuestionarse el ideal de «progreso» y qué significa esto en una sociedad donde su sistema económico ha desmoralizado tantos aspectos de la misma sociedad. Donde vemos que quien no tiene dinero no merece hogar, ni atención médica, ni comida. Donde se le privan los derechos más básicos y humanos a quien carece de dinero. Donde el gasto primordial del Estado es en el departamento militar y bélico, por encima de la salud y la educación. Donde el presidente electo y premio nobel de Paz otorga permisos para acciones violentas. Por lo menos en ese gesto, no se oculta la hipocresía, pero aun así pareciera no ser evidente las contradicciones que están en juego desde varios puntos: Estados Unidos e Israel y el mundo Islámico. Lo cual, con mucha tristeza se concluye que son miles de palestinos quienes sufren de todo.

 

jewish army

 

Por Christian Torres