«One does not submit to war or an occupation as he does to an earthquake: he must takes sides for or against, and the foreign wills thereby become allied or hostile»
– Simone de Beauvoir
La prensa internacional ha intentado gran cantidad de veces proyectar la situación de Palestina e Israel como un mero conflicto bélico con antecedentes históricos antiguos que ha plagado aquella parte del mundo. La población árabe sufre de la terrible desventaja del poderoso discrimen que han heredado internacionalmente luego del notorio suceso del 11 de septiembre del ataque de las Torres Gemelas y el Pentágono. Los musulmanes son frecuentemente reducidos a una comunidad islámica fundamentalista inclinada a la violencia incapaz de coexistir con la ideología del occidente. Así mismo, se dice que estos «terroristas» presentan un constante peligro para los Estados Unidos , Europa, y, en fin, el modo de vida del occidente. Frente a Palestina se encuentra el estado de Israel, que con su judaísmo se encuentra, desde un plano religioso, en un ángulo más agradable para Estados Unidos y una gran parte de la comunidad cristiana. No se dice suficiente que la influencia política y económica de los judíos en los Estados Unidos es considerable y que muchos de los presidentes de la nación norteamericana han buscado favorecer los intereses de esta comunidad o, por lo menos, no ir en contra de esos intereses. Como normalmente se hace, mucho de los puertorriqueños adoptan puntos de vistas congruentes con los de Estados Unidos, lo cual no debería ser sorpresa ya que gran cantidad de los medios informativos provienen de dicha nación. Entonces requiere una sensibilidad para poder identificarnos y sentirnos solidarios con el dolor que sufre el pueblo palestino, puesto que es una cultura que aparentemente es tan ajena a nosotros y tan distante. Lentamente se nos ha filtrado la imagen del árabe terrorista, fundamentalista y extremista, preparado para realizar cualquier acto de violencia en nombre de Allah. A esto, nosotros del occidente reaccionamos acomodándonos en nuestra silla moral con gran hipocresía y condenando cualquier acto que sea realizado en contra de los intereses de Estados Unidos, o sus aliados. Tal lo podemos ver en el uso del lenguaje que se propicia para justificar las ofensivas de Israel como medidas de «seguridad» que buscan alejar el peligro inminente de los bombardeos de HAMAS. Pero cualquier acción perpetrada por HAMAS es considerado un acto terrorista cual no debe de ser perdonado.
En este caso, poco vale mencionar sobre buenos y malos. Aquí sólo hay responsables e inocentes. Inocentes no vacilaría en referirme a aquellos que han sido víctimas de la condición historico-política en la que han nacido. Los palestinos van por tres generaciones sufriendo exilio de sus propias tierras. ¿Acaso verdaderamente se ha perdido la noción de justicia entre tanta banalización del lenguaje? Aquí no se encuentra oculto lo justo, sino más bien se intenta esconder en un laberinto de ideas y debates que provocan la noción de ambiguo y que nos llevan al peligroso pensamiento que el bien y el mal en este caso depende del «punto de vista de uno». Más bien, es un caso que apela a los intereses de uno y a la educación. Cuando discriminamos quién ha asumido la actitud totalitaria y opresora y cuando vemos quién ha asumido la reacción defensiva y oprimida, es muy fácil, desde un plano humanamente solidario, ver quién actúa fuera de una lógica moral. Lo difícil es poder ver más allá de los vídeos y reportajes tergiversados que nos proveen las cadenas grandes sobre los acontecimientos en Gaza. Es, sin duda, una cuestión de educación intelectual y humana, puesto que requiere una gran labor poder discernir entre ese lenguaje algo vago que comunican diariamente la esencia verdadera de lo contado. Lo que no ha de ser negado es que a través de de una larga campaña histórica, con ayuda de las dos grandes potencias mundiales, el movimiento sionista ha alcanzado desplegar y levantar su soñado «Der Judenstaat» y millones de palestinos han sido víctimas tanto de los sionistas como de la espalda de otras naciones árabes como Egipto y Arabia Saudita, que por razones económicas no han visto conveniente ir en contra de los Estados Unidos.
Entonces año tras año nos han vendido la imagen de un Islam terrorista, opresor incansable de los derechos de la mujer que se inclina a la violencia y nosotros la hemos comprado. El occidente y su avance tecnológico historicamente han propiciado el devenir de una cultura nueva donde, al entender de la cultura islámica más fundamentalista, surge debido a haber colocado a Dios en segundo plano; algo que resulta incomprensible e inaceptable para los musulmanes. Desde entonces, se ha creado un complejo ante el mundo occidental, y el movimiento fundamentalista islámico no es más que aquella resistencia a este movimiento occidental, que fue posible mediante la secularización. Igualmente, haré mención que la condición de fundamentalista no es únicamente propia de los musulmanes, sino que también podemos encontrar en la cristiandad evangélica norteamericana (con sus feroces protestas antigays) y el mismo sionismo. Las diferencias culturales problematizan gravemente nuestra visión y comprensión sobre lo que ocurre con la comunidad palestina. Es difícil solidarizarse con quien constantemente nos construyen como el enemigo mismo del «progreso» occidental. Pero antes que esto es necesario cuestionarse el ideal de «progreso» y qué significa esto en una sociedad donde su sistema económico ha desmoralizado tantos aspectos de la misma sociedad. Donde vemos que quien no tiene dinero no merece hogar, ni atención médica, ni comida. Donde se le privan los derechos más básicos y humanos a quien carece de dinero. Donde el gasto primordial del Estado es en el departamento militar y bélico, por encima de la salud y la educación. Donde el presidente electo y premio nobel de Paz otorga permisos para acciones violentas. Por lo menos en ese gesto, no se oculta la hipocresía, pero aun así pareciera no ser evidente las contradicciones que están en juego desde varios puntos: Estados Unidos e Israel y el mundo Islámico. Lo cual, con mucha tristeza se concluye que son miles de palestinos quienes sufren de todo.

Por Christian Torres

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